viernes, 30 de octubre de 2015

Mi comentario a "Guía práctica de neoespañol" de Ana Durante

Muy pero que muy bueno. Un ensayo digno de leerse y releerse, disfrutando con cada ejemplo, a cuál más divertido y no menos verídico y constatable, sobre los abusos que hacemos cotidianamente a la lengua española, convirtiéndola en algo que ya no lo es, lo que en el libro se denomina neoespañol o lengua aproximada. Tras leer el texto uno se detiene más a pensar lo que dice pues, por desgracia, desde las instancias políticas, las traducciones literarias y, por supuesto, el mundo del periodismo, cada vez se cultivan más engendros del tipo de los que nos muestra la autora, sembrando, por ser quien son los padres de las criaturas, las semillas de verdaderas atrocidades lingüísticas y de estilo, a las que después, como legión,  le conferimos rango de normalidad y, dado el gusto por el neologismo y el disfrute por lo friki, hasta de uso elevado de la lengua.
El libro no lo presenta como algo lamentable aunque se entiende entre líneas, sólo trata de objetivarlo, documentarlo y catalogarlo pero lo cierto es que lo es, lamentable, triste y sinsentido. Unas reflexiones en el genial epílogo de esta obra, probablemente atinan con la causa del asunto. Pero lo dejamos velado para que el lector lo descubra. A mi juicio es el bajo nivel y la paupérrima exigencia que hemos tenido con las últimas generaciones en materia de aprendizaje de nuestra hermosa lengua, vehículo de cientos de millones de hablantes y código por el que comunicaron lo que comunicaron los más grandes genios de la literatura universal, lo que ha derivado en esta escombrera de recursos estilísticos.
Como documento de divulgación filológica es ameno y divertido, catalogando por áreas los cambios lingüísticos vertiginosos que expone.
En fin, que me lo he pasado en grande leyendo y riendo por no llorar. Pues es una realidad indiscutible, al margen de sustratos dialectales de índole fonética que configuran ese poliedro que es la lengua española, hasta ahora era obvio que los catalanes  han sido los que peor han hablado durante generaciones, mal, pero mal muy mal, horrendo.  Eso es comprensible. Hace ya generaciones que optaron por conocer y estudiar minuciosa y obligatoriamente otra lengua, dialecto del occitano que hablan cuatro y el tambor, y hacerlo en detrimento del español, así les luce el pelo. La desgracia es que han contagiado desde esferas del periodismo, la política e incluso las editoriales literarias que se encargan de traducciones y correcciones, a los que no hablaban tan mal como ellos.
Pero bueno, volviendo al libro objeto de este comentario, hay que disfrutarlo y desear que tomen buena nota los periodistas y quienes utilizan el español como herramienta de trabajo.

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