jueves, 26 de marzo de 2020

Mi comentario a “Y Julia retó a los dioses” De Santiago Posteguillo

Como me ha ocurrido con todos y cada uno de sus libros, de las diferentes sagas romanas de Posteguillo, finalizar con uno de ellos es sinónimo de despedida, de desarraigo, de pérdida. Y es que no encuentro un narrador de historia más óptimo, ¡por Júpiter!, que el escritor castellonense.
Es esta novela, continuación de su premiada “Yo Julia”, otra novela histórica, bien narrada, atractiva, cautivadora, didáctica, amena y de las que te hacen vivir momentos de tanta familiaridad que llegas a asumir a los personajes, con su carácter particular, como parte de tu familia. Por eso duele acabar el libro. Por eso, cuando uno suele llevar un ritmo de dos libros por semanas, se detiene dos semanas en leer éste y no quiere que se termine, fascinado por el poder, la inteligencia y la elegancia de su protagonista principal, las historias de lealtad y mezquindad de sus otros personajes, que cobran una vida mucho más allá de la que dejaron los libros de historia.
A diferencia de los anteriores, pero quizá sea una apreciación muy subjetiva, encuentro ésta más cercano a la novela de aventuras, haciéndote disfrutar como con los mejores clásicos de ese género, al tiempo que sigue siendo toda una fuente de saber, no sólo de historia sino filológico, de etimologías, de costumbres que, pese a los casi dos mil años de diferencia, las sentimos como nuestras. Hay un componente sobrenatural más marcado en ésta, el de las deidades romanas y la propia evolución de las religiones, que, lejos de desentonar, se engasta perfectamente con la historia y va predisponiendo e interesando cada vez más al lector.
Como me ocurrió con Escipión, como me ocurrió con Trajano, ya he elevado a Julia a mi Olimpio particular. Ya espero por una nueva novela que me siga haciendo disfrutar.
(Nota) Esta novela la he leído en tiempos muy extraños, con el confinamiento por la pandereta que estamos viviendo en el planeta. Pues, con todo, ha sido una lectura que me ha atrapado tanto que, al dejarla, me ha ocurrido lo que nos ocurre estos días cada vez que despertamos y constatamos, con fastidio que lo que está pasando no es una pesadilla.
Gracias Santiago.

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