lunes, 8 de febrero de 2016

Mi comentario a "La guitarra azul" de John Banville

Nos encontramos con una obra de arte, en mayúsculas. ¿La recomiendo fervorosamente no obstante?. No. Me ha gustado su estilo, como todo lo que escribe este animal que hace poesía con cada escrito, pero ya está. Porque el Premio Príncipe de Asturias de las Letras es un monstruo de la palabra precisa, de la descripción sublime, del predicativo elocuente. Capaz de hacer poesía aunque se lanzara a hacer instrucciones de un mueble de Ikea, en una obra como "La guitarra azul" desparrama todo su arte en cada palabra, en cada párrafo, en cada capítulo. Como nota diferenciadora de la mayoría de sus otras novelas que lo acerca quizá un poco a su alter ego Bejamin Black, introduce ciertos detalles de humor canalla que no  distorsionan con el tono alto, cuidado y esmerado de la obra.
Las descripciones de esta novela, de sus personajes, paisaje y ambiente son absolutamente pictóricas. El protagonista es pintor y como tal, llena de colores y matices cada parte del relato. Existe mucha intertextualidad con muchas obras y autores, no sólo de la pintura sino de la literatura. Hasta establece relaciones con personajes de sus otras novelas. Esta complicidad implica al lector y complica su lectura plena, aunque no es imprescindible para disfrutar del lenguaje. En ocasiones recuerda la Rayuela de Cortázar. Y además cita textos y frases de otros autores pero lo hace sin acudir a comillas o cursiva, haciendo suyas palabras que son patrimonio de la humanidad. Creo que podría leer a Banville aunque no estuviera escribiendo sobre nada en concreto horas y horas, sólo por el placer de la lectura, por dejarse uno acariciar con la magia de su lenguaje.
La historia es una historia común, de infidelidades, celos y karma. Nada grande, nada de lo que se pueda sacar un beneficio a modo de moraleja, ni lo pretende el autor, creo. Es más, para quienes pensamos que el mero hecho de la infidelidad rebaja a una categoría inferior a la persona que la perpetra, puede que no nos sintamos reconocidos con el protagonista. Sin embargo, el dibujo de determinados sentimientos es sublime. Como algo negativo, en ocasiones se vuelve demasiado egocéntrico. Hay que entender que es una obra escrita en primera persona que narra, o mejor, pinta los sentimientos casi siempre destructivos y pesimistas del protagonista pero, aún así, hay momentos en que el protagonista se vuelve excesivamente excepcional.
No es una lectura que reconforte por el contenido pero sin duda es una expresión mayúscula del poder de la palabra.

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